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Una biblioteca es memoria, diálogo y luz, un estímulo constante para ejercer la pura alegría de leer. Emilio Lledó.

martes, 30 de octubre de 2012

El Rayo de Luna

 El Rayo de Luna  (Gustavo Adolfo Bécquer)
En el siguiente enlace puedes leer una de las leyendas más famosas de Bécquer. Realiza a continuación las actividades.



 

Por Ti..." Adaptación de "El Rayo de Luna" de G. A. Bécquer; espectáculo de danza - teatro que conjuga diferentes disciplinas artísticas: danza, teatro, flamenco, visuales... acompañado de la música en directo del grupo sevillano de rock andaluz Zaguán.


ACTIVIDADES

1. Describe el carácter de Manrique. Relaciónalo con las características del romanticismo.

2. ¿Por qué sentidos percibe Manrique la presencia de la misteriosa mujer? ¿Con qué palabras se expresa el poeta?

3. Explica la distinta manera de entender la realidad de Manrique y del escudero.

4. ¿Cómo concluye la leyenda? 

  

El monte de las ánimas


EL MONTE DE LAS ÁNIMAS (GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER)

Lee con atención la siguiente leyenda de Bécquer (pincha en la imagen o en el enlace y contesta las preguntas que se  proponen a continuación.






ACTIVIDADES

1. Al final de la parte I aparece una descripción de un escenario bastante macabro. Descríbelo y relaciónalo con la estética romántica.

2. ¿Qué estrategia diabólica lleva a cabo Beatriz para poner a prueba al valor de su primo?

3. Explica el trágico desenlace de los dos jóvenes.

4. Analiza los caracteres opuestos de Alonso y Beatriz y el papel de la muchacha como desencadenante de la tragedia. 
 

lunes, 29 de octubre de 2012

Tutoría: Nuestra biblioteca



 INTRODUCCIÓN

La biblioteca es un lugar muy especial del instituto. Un lugar para saber y conocer, para leer, para aprender por tu cuenta. Un lugar de encuentro en el que puedes informarte de todo lo que te interese. Además de libros, también puedes encontrar videos, DVD, CD-ROM, música, mapas, revistas y equipos informáticos para acceder a Internet. 

Pero, sobre todo, a través de la lectura y de los libros, la biblioteca te permitirá viajar en el tiempo o en el espacio, visitar épocas remotas, lugares maravillosos desconocidos, conocer formas de vida muy distintas a las nuestras, tener noticias de civilizaciones lejanas, de animales sorprendentes… 

Es un lugar para el entretenimiento, la curiosidad y la imaginación, para sentir la poesía, para disfrutar de historias y leyendas. También te ofrece recursos necesarios para el estudio, la realización de trabajos y tareas escolares.




NORMAS 

Una biblioteca es un lugar de uso común, por lo tanto, deberás respetar unas nomas muy básicas para que la estancia de todos sea agradable. Pincha en el siguiente enlace para ver las normas de nuestra biblioteca.

 NORMAS DE USO







CÓMO SE ORGANIZAN LOS LIBROS

Es muy importante que los libros de la biblioteca estén bien organizados para poder acceder a ellos con facilidad. Si no encuentras algún libro, consulta con el profesor que esté de guardia.

ORGANIZACIÓN DE LOS LIBROS





NUESTRA BIBLIOTECA EN LA RED 

La biblioteca de nuestro IES cuenta con el blog Bibliotecleando (biblioteclear.blogspot.com) y con una cuenta de Twitter que puedes seguir para estar informado de las novedades, concursos, y otros aspectos relacionados con la lectura (@bibliotecavinas)


Y para terminar... 

Mr. Bean en la Biblioteca 



viernes, 26 de octubre de 2012

El Mundo Sutil del Palacio de las Cien Puertas

Al abrir este libro, has entrado, aunque solo mentalmente, en otro nivel de realidad. Tu cuerpo sigue cómodamente instalado en el Mundo Tangible, pero una parte de tu mente ya está aquí, y si sigues leyendo te adentrarás en un mundo lleno de sorpresas y aventuras, pero también de peligros.

Este libro es como un mapa de una región del Mundo Sutil. Sus páginas se corresponden con un determinado lugar de ese mundo, y, al leerlas, te situarás mentalmente en ese lugar. Si tu mente es frágil, tal vez resulte perturbada por alguna de las cosas con las que tendrá que enfrentarse. Si tu mente es confusa, tal vez quede atrapada en alguna de las trampas que hallará en su camino.

Antes de seguir leyendo, contesta con toda sinceridad a estas tres preguntas:
  • ¿Crees que es mejor sufrir una injusticia que cometerla?
  • ¿Crees que la razón es mejor que la fuerza?
  • ¿Crees que la amistad es mejor que la riqueza?
Si has contestado afirmativamente a las tres peguntas puedes seguir leyendo. De lo contrario es preferible que cierres este libro y no vuelvas a abrirlo.

Has decidido seguir adelante, y ahora estás ante el Palacio de las Cien Puertas.

Si te esfuerzas un poco, verás con los ojos de la mente un par de puertas, una azul y otra verde.

En la azul hay un letrero que dice:

UNA DE LAS DOS PUERTAS
LLEVA
AL ABISMO SIN FONDO

En la verde hay un letrero que dice:

ESTA PUERTA
LLEVA
AL ABISMO SIN FONDO

Ahora bien, el hecho de que las puertas sean de distinto color significa que una de las dos miente y la otra dice la verdad, pero no sabes (todavía) cuál es la mentirosa y cuál la sincera. Tenlo muy en cuenta: no pueden decir ambas puertas la verdad ni mentir ambas; lo que hay escrito en una de ellas es cierto, y lo que hay escrito en la otra es falso.

Tienes tres posibilidades:

...


El Palacio de las Cien Puertas
del escritor Carlo Frabetti
SM, Madrid, 2005.
Actividades
1. Pon un título al texto.

2. Realiza un breve resumen del texto.

3. Busca el significado de las palabras marcadas en negrita en el texto.

4. Responde a las siguientes cuestiones relacionadas con el texto:
a) Continúa el relato tres líneas más.
b) Elige la puerta que te salva del abismo.
c) Justifica tu respuesta a cada una de las tres preguntas que hacen en el texto.


martes, 23 de octubre de 2012

Isabel Allende

Cuentos de Eva Luna





















Los ojos verdes

     Hace mucho tiempo que tenía ganas de escribir cualquier cosa con este título. Hoy, que se me ha presentado ocasión, lo he puesto con letras grandes en la primera cuartilla de papel, y luego he dejado a capricho volar la pluma. 

     Yo creo que he visto unos ojos como los que he pintado en esta leyenda. No sé si en sueños, pero yo los he visto. De seguro no los podré describir tales cuales ellos eran: luminosos, transparentes como las gotas de la lluvia que se resbalan sobre las hojas de los árboles después de una tempestad de verano. De todos modos, cuento con la imaginación de mis lectores para hacerme comprender en este que pudiéramos llamar boceto de un cuadro que pintaré algún día.
I
     -Herido va el ciervo... herido va; no hay duda. Se ve el rastro de la sangre entre las zarzas del monte, y al saltar uno de esos lentiscos han flaqueado sus piernas... Nuestro joven señor comienza por donde otros acaban... en cuarenta años de montero no he visto mejor golpe... Pero. ¡por San Saturio, patrón de Soria!, cortadle el paso por esas carrascas, azuzad los perros, soplad en esas trompas hasta echar los hígados, y hundidle a los corceles una cuarta de hierro en los ijares: ¿no veis que se dirige hacia la fuente de los álamos; y si la salva antes de morir podemos darle por perdido? 

     Las cuencas del Moncayo repitieron de eco en eco el bramido de las trompas, el latir de la jauría desencadenada, y las voces de los pajes resonaron con nueva furia, y el confuso tropel de hombres, caballos y perros se dirigió al punto que Íñigo, el montero mayor de los marqueses de Almenar, señalara como el más a propósito para cortarle el paso a la res. 

     Pero todo fue inútil. Cuando el más ágil de los lebreles llegó a las carrascas jadeante y cubiertas las fauces de espuma, ya el ciervo rápido como una saeta, las había salvado de un solo brinco, perdiéndose entre los matorrales de una trocha que conducía a la fuente. 

     -¡Alto!... ¡Alto todo el mundo! -gritó Íñígo entonces-; estaba de Dios que había de marcharse. 

     Y la cabalgata se detuvo, y enmudecieron las trompas, y los lebreles dejaron refunfuñando la pista a la voz de los cazadores. 

     En aquel momento se reunía a la comitiva el héroe de la fiesta, Fernando de Argensola, el primogénito de Almenar. 

     -¿Qué haces? -exclamó dirigiéndose a su montero, y en tanto, ya se pintaba el asombro en sus facciones, ya ardía la cólera en sus ojos-. ¿Qué haces, imbécil? ¡Ves que la pieza está herida, que es la primera que cae por mi mano, y abandonas el rastro y la dejas perder para que vaya a morir en el fondo del bosque! ¿Crees acaso que he venido a matar ciervos para festines de lobos? 

     -Señor -murmuró Íñigo entre dientes-, es imposible pasar de este punto. 

     -¡Imposible! ¿Y por qué? 

     -Porque esa trocha -prosiguió el montero- conduce a la fuente de los Álamos; la fuente de los Álamos, en cuyas aguas habita un espíritu del mal. El que osa enturbiar su corriente, paga caro su atrevimiento. Ya la res habrá salvado sus márgenes; ¿cómo la salvaréis vos sin atraer sobre vuestra cabeza alguna calamidad horrible? Los cazadores somos reyes del Moncayo, pero reyes que pagan un tributo. Pieza que se refugia en esa fuente misteriosa, pieza perdida.

     -¡Pieza perdida! Primero perderé yo el señorío de mis padres, y primero perderé el ánima en manos de Satanás, que permitir que se me escape ese ciervo, el único que ha herido mi venablo, la primicia de mis excursiones de cazador... ¿Lo ves?... ¿Lo ves?... Aún se distingue a intervalos desde aquí... las piernas le faltan, su carrera se acorta; déjame... déjame... suelta esa brida o te revuelco en el polvo... ¿Quién sabe si no le daré lugar para que llegue a la fuente? Y si llegase, al diablo ella, su limpidez y sus habitadores. ¡Sus!, ¡Relámpago!, ¡sus, caballo mío!, si lo alcanzas, mando engarzar los diamantes de mi joyel en tu serreta de oro. 

     Caballo y jinete partieron como un huracán. Íñigo los siguió con la vista hasta que se perdieron en la maleza; después volvió los ojos en derredor suyo; todos, como él, permanecían inmóviles y consternados. 

     El montero exclamó al final:

     -Señores, vosotros lo habéis visto; me he expuesto a morir entre los pies de su caballo por detenerle. Yo he cumplido con mi deber. Con el diablo no sirven valentías. Hasta aquí llega el montero con su ballesta; de aquí adelante, que pruebe a pasar el capellán con su hisopo. 

II
     -Tenéis la color quebrada; andáis mustio y sombrío; ¿qué os sucede? Desde el día, que yo siempre tendré por funesto, en que llegasteis a la fuente de los Álamos en pos de la res herida, diríase que una mala bruja os ha encanijado con sus hechizos. 

     Ya no vais a los montes precedido de la ruidosa jauría, ni el clamor de vuestras trompas despierta sus ecos. Sólo con esas cavilaciones que os persiguen, todas las mañanas tomáis la ballesta para enderezaros a la espesura y permanecer en ella hasta que el sol se esconde. Y cuando la noche oscurece y volvéis pálido y fatigado al castillo, en balde busco en la bandolera los despojos de la caza. ¿Qué os ocupa tan largas horas lejos de los que más os quieren? 

     Mientras Íñigo hablaba Fernando, absorto en sus ideas, sacaba maquinalmente astillas de su escaño de ébano con el cuchillo de monte. 

     Después de un largo silencio, que sólo interrumpía el chirrido de la hoja al resbalar sobre la pulimentada madera, el joven exclamó dirigiéndose a su servidor, como si no hubiera escuchado una sola de sus palabras: 

    - Íñigo, tú que eres viejo; tú que conoces todas las guaridas del Moncayo, que has vivido en sus faldas persiguiendo a las fieras, y en tus errantes excursiones de cazador subiste más de una vez a su cumbre, dime: ¿has encontrado por acaso una mujer que vive entre sus rocas? 

     -¡Una mujer! -exclamó el montero con asombro y mirándole de hito en hito. 

     -Sí -dijo el joven-; es una cosa extraña lo que me sucede, muy extraña... Creí poder guardar ese secreto eternamente, pero no es ya posible; rebosa en mi corazón y asoma a mi semblante. Voy, pues, a revelártelo... Tú me ayudarás a desvanecer el misterio que envuelve a esa criatura, que al parecer sólo para mí existe, pues nadie la conoce, ni la ha visto, ni puede darme razón de ella. 

     El montero, sin desplegar los labios, arrastró su banquillo hasta colocarle junto al escaño de su señor, del que no apartaba un punto los espantados ojos. Éste, después de coordinar sus ideas prosiguió así: 

     -Desde el día en que a pesar de tus funestas predicciones llegué a la fuente de los Álamos, y atravesando sus aguas recobré el ciervo que vuestra superstición hubiera dejado huir, se llenó mi alma del deseo de la soledad.
     Tú no conoces aquel sitio. Mira, la fuente brota escondida en el seno de una peña, y cae resbalándose gota a gota por entre las verdes y flotantes hojas de las plantas que crecen al borde de su cuna. Aquellas gotas que al desprenderse brillan como puntos de oro y suenan como las notas de un instrumento, se reúnen entre los céspedes, y susurrando, con un ruido semejante al de las abejas que zumban en torno de las flores, se alejan por entre las arenas, y forman un cauce, y luchan con los obstáculos que se oponen a su camino, y se repliegan sobre sí mismas, y saltan, y huyen, y corren, unas veces con risa, otras con suspiros, hasta caer en un lago. En el lago caen con un rumor indescriptible. Lamentos, palabras, nombres, cantares, yo no sé lo que he oído en aquel rumor cuando me he sentado sólo y febril sobre el peñasco, a cuyos pies saltan las aguas de la fuente misteriosa para estancarse en una balsa profunda, cuya inmóvil superficie apenas riza el viento de la tarde. 
     Todo es allí grande. La soledad, con sus mil rumores desconocidos, vive en aquellos lugares y embriaga el espíritu en su inefable melancolía. En las plateadas hojas de los álamos, en los huecos de las peñas, en las ondas del agua, parecen que nos hablan los invisibles espíritus de la Naturaleza, que reconocen un hermano en el inmortal espíritu del hombre.
     Cuando al despuntar la mañana me veías tomar la ballesta y dirigirme al monte, no fue nunca para perderme entre sus matorrales en pos de la caza, no; iba a sentarme al borde de la fuente, a buscar en sus ondas... no sé qué, ¡una locura! El día en que salté sobre ella con mi Relámpago, creí haber visto brillar en su fondo una cosa extraña... muy extraña...; los ojos de una mujer.
     Tal vez sería un rayo de sol que serpeó fugitivo entre su espuma; tal vez una de esas flores que flotan entre las algas de su seno, y cuyos cálices parecen esmeraldas... no sé: yo creí ver una mirada que se clavó en la mía; una mirada que encendió en mi pecho un deseo absurdo, irrealizable: el de encontrar una persona con unos ojos como aquellos. En su busca fui un día y otro a aquel sitio.
     Por último, una tarde... yo me creí juguete de un sueño...; pero no, es verdad; la he hablado ya muchas veces, como te hablo a ti ahora...; una tarde encontré sentada en mi puesto, y vestida con unas ropas que llegaban hasta las aguas y flotaban sobre su haz, una mujer hermosa sobre toda ponderación. Sus cabellos eran como el oro; sus pestañas brillaban como hilos de luz, y entre las pestañas volteaban inquietas unas pupilas que yo había visto... sí; porque los ojos de aquella mujer eran los que yo tenía clavados en la mente; unos ojos de un color imposible; unos ojos... 

     -¡Verdes! -exclamó Íñigo con un acento de profundo terror e incorporándose de un salto en su asiento. 

     Fernando le miró a su vez como asombrado de que concluyese lo que iba a decir, y le preguntó con una mezcla de ansiedad y de alegría: 

     -¿La conoces? 

     -¡Oh no! -dijo el montero.- ¡Líbreme Dios de conocerla! Pero mis padres, al prohibirme llegar hasta esos lugares, me dijeron mil veces que el espíritu, trasgo, demonio o mujer que habita en sus aguas, tiene los ojos de ese color. Yo os conjuro, por lo que más améis en la tierra, a no volver a la fuente de los Álamos. Un día u otro os alcanzará su venganza, y expiaréis muriendo el delito de haber encenagado sus ondas. 

     -¡Por lo que más amo!... -murmuró el joven con una triste sonrisa. 

     -Sí -prosiguió el anciano-; por vuestros padres, por vuestros deudos, por las lágrimas de la que el cielo destina para vuestra esposa, por las de un servidor que os ha visto nacer. 

     -¿Sabes tú lo que más amo en este mundo? ¿Sabes tú por qué daría yo el amor de mi padre, los besos de la que me dio la vida, y todo el cariño que puedan atesorar todas las mujeres de la tierra? Por una mirada, por una sola mirada de esos ojos... ¡Cómo podré yo dejar de buscarlos! 

     Dijo Fernando estas palabras con tal acento, que la lágrima que temblaba en los párpados de Íñigo se resbaló silenciosa por su mejilla, mientras exclamó con acento sombrío: -¡Cúmplase la voluntad del cielo! 

III
     -¿Quién eres tú? ¿Cuál es tu patria? ¿En dónde habitas? Yo vengo un día y otro en tu busca, y ni veo el corcel que te trae a estos lugares, ni a los servidores que conducen tu litera. Rompe una vez el misterioso velo en que te envuelves como en una noche, profunda. Yo te amo, y, noble o villana, seré tuyo, tuyo siempre...

     El sol había traspuesto la cumbre del monte; las sombras bajaban a grandes pasos por su falda; la brisa gemía entre los álamos de la fuente, y la niebla, elevándose poco a poco de la superficie del lago, comenzaba a envolver las rocas de su margen. 

     Sobre una de estas rocas, sobre una que parecía próxima a desplomarse en el fondo de las aguas, en cuya superficie se retrataba temblando, el primogénito de Almenar, de rodillas a
los pies de su misteriosa amante, procuraba en vano arrancarle el secreto de su existencia. 

     Ella era hermosa, hermosa y pálida, como una estatua de alabastro. Uno de sus rizos caía sobre sus hombros, deslizándose entre los pliegues del velo, como un rayo de sol que atraviesa las nubes, y en el cerco de sus pestañas rubias brillaban sus pupilas, como dos esmeraldas sujetas en una joya de oro. 

     Cuando el joven acabó de hablarle, sus labios se removieron como para pronunciar algunas palabras; pero sólo exhalaron un suspiro, un suspiro débil, doliente, como el de la ligera onda que empuja una brisa al morir entre los juncos. 

     -¡No me respondes! -exclamó Fernando, al ver burlada su esperanza-; ¿querrás que dé crédito a lo que de ti me han dicho? ¡Oh, no!... Háblame; yo quiero saber si me amas; yo quiero saber si puedo amarte, si eres una mujer... 

     -O un demonio... ¿Y si lo fuese? 

     El joven vaciló un instante; un sudor frío corrió por sus miembros; sus pupilas se dilataron al fijarse con más intensidad en las de aquella mujer, y fascinado por su brillo fosfórico, demente casi, exclamó en un arrebató de amor: 

     -Si lo fueses... te amaría... te amaría, como te amo ahora, como es mi destino amarte, hasta más allá de esta vida, si hay algo más allá de ella. 

     -Fernando -dijo la hermosa entonces con una voz semejante a una música-: yo te amo más aún que tú me amas; yo que desciendo hasta un mortal, siendo un espíritu puro. No soy una mujer como las que existen en la tierra; soy una mujer digna de ti, que eres superior a los demás hombres. Yo vivo en el fondo de estas aguas; incorpórea como ellas, fugaz y transparente, hablo con sus rumores y ondulo con sus pliegues. Yo no castigo al que osa turbar la fuente donde moro; antes le premio con mi amor, como a un mortal superior a las supersticiones del vulgo, como a un amante capaz de comprender mi cariño extraño y misterioso. 

     Mientras ella hablaba así, el joven, absorto en la contemplación de su fantástica hermosura, atraído como por una fuente desconocida, se aproximaba más y más al borde de la roca. La mujer de los ojos verdes prosiguió así: 

     -¿Ves, ves el límpido fondo de ese lago, ves esas plantas de largas y verdes hojas que se agitan en su fondo?... Ellas nos darán un lecho de esmeraldas y corales... y yo... yo te daré una felicidad sin nombre, esa felicidad que has soñado en tus horas de delirio, y que no puede ofrecerte nadie... Ven, la niebla del lago flota sobre nuestras frentes como un pabellón de lino... las ondas nos llaman con sus voces incomprensibles, el viento empieza entre los álamos sus himnos de amor; ven... ven... 

     La noche comenzaba a extender sus sombras, la luna rielaba en la superficie del lago, la niebla se arremolinaba al soplo del aire, y los ojos verdes brillaban en la oscuridad como los fuegos fatuos que corren sobre el haz de las aguas infectas... Ven... ven... Estas palabras zumbaban en los oídos de Fernando como un conjuro. Ven... y la mujer misteriosa le llamaba al borde del abismo donde estaba suspendida, y parecía ofrecerle un beso... un beso... 

     Fernando dio un paso hacia ella... otro... y sintió unos brazos delgados y flexibles que se liaban a su cuello, y una sensación fría en sus labios ardorosos, un beso de nieve... y vaciló... y perdió pie, y calló al agua con un rumor sordo y lúgubre. 

     Las aguas saltaron en chispas de luz, y se cerraron sobre su cuerpo, y sus círculos de plata fueron ensanchándose, ensanchándose hasta expirar en las orillas.

                                                                                         Gustavo Adolfo Bécquer

ACTIVIDADES

1. Comenta cómo son el paisaje y el ambiente y si te parecen un marco adecuado para los hechos. No olvides poner ejemplos.

2.   Analiza las etapas que recorre el impetuoso y romántico don Fernando hasta llegar a su fin.

3. Explica la caracterización física y moral de la dueña de los ojos verdes y los componentes misteriosos que la rodean.

 

martes, 16 de octubre de 2012

Canción del pirata

 
Canción del pirata


  Con diez cañones por banda,
viento en popa, a toda vela,
no corta el mar, sino vuela
un velero bergantín.
Bajel pirata que llaman,                 5
por su bravura, el Temido,
en todo mar conocido
del uno al otro confín.

  La luna en el mar rïela,
en la lona gime el viento,               10
y alza en blando movimiento
olas de plata y azul;
y ve el capitán pirata,
cantando alegre en la popa,
Asia a un lado, al otro Europa,          15
y allá a su frente Stambul:

  «Navega, velero mío,
sin temor,
que ni enemigo navío
ni tormenta, ni bonanza                  20
tu rumbo a torcer alcanza,
ni a sujetar tu valor.

  Veinte presas
hemos hecho
a despecho                               25
del inglés,
y han rendido
sus pendones
cien naciones
a mis pies.                              30

  Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.
                                         
  Allá muevan feroz guerra               35
ciegos reyes
por un palmo más de tierra;
que yo tengo aquí por mío
cuanto abarca el mar bravío,
a quien nadie impuso leyes.              40

  Y no hay playa,
sea cualquiera,
ni bandera
de  esplendor,
que no sienta                            45
mi derecho
y dé pecho
a mi valor.

  Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,            50
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

  A la voz de «¡barco viene!»
es de ver
cómo vira y se previene                  55
a todo trapo a escapar;
que yo soy el rey del mar,
y mi furia es de temer.

  En las presas
yo divido
lo cogido                                60
por igual;
sólo quiero
por riqueza
la belleza
sin rival.                               65

  Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

  ¡Sentenciado estoy a muerte!           70
Yo me río;
no me abandone la suerte,
y al mismo que me condena,
colgaré de alguna entena,
quizá en su propio navío.                75

  Y si caigo,
¿qué es la vida?
Por perdida
ya la di,
cuando el yugo                           80
del esclavo,
como un bravo,
sacudí.

  Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,              85
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.

  Son mi música mejor
aquilones,
el estrépito y temblor                   90
de los cables sacudidos,
del negro mar los bramidos
y el rugir de mis cañones.

  Y del trueno
al son violento,                         95
y del viento
al rebramar,
yo me duermo
sosegado,
arrullado                                100
por el mar.

  Que es mi barco mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, la fuerza y el viento,
mi única patria, la mar.»                105
 
                         José de Espronceda  
 
 


martes, 9 de octubre de 2012

¿Sabes cómo se organizan los libros de una biblioteca?


El sistema que se utiliza de forma universal para cualquier biblioteca es la CDU. El siguiente video, elaborado por la profesora Sonia Muñoz, explica muy bien en qué consiste.


Puedes encontrar la CDU en las vitrinas de nuestra biblioteca.


0-OBRAS GENERALES
1-FILOSOFÍA
2-RELIGIONES
3-CIENCIAS SOCIALES
5-CIENCIAS MATEMÁTICAS Y NATURALES
6-CIENCIAS APLICADAS
7-ARTE, MÚSICA Y DEPORTES
8-LENGUAS Y LITERATURAS
9-GEOGRAFÍA E HISTORIA




lunes, 8 de octubre de 2012

Pablo García Baena, ganador del IX Premio de Poesía Federico García Lorca.


Poeta español contemporáneo, nacido en Córdoba en 1923, fundador de la revista «Cántico», punto de encuentro de un grupo de escritores andaluces que enlazaba con la poesía del 27, buscando una mayor exigencia estética.

Entre sus galardones se destaca el premio Príncipe de Asturias en 1984.

Jazmín
                             Para Quinín García de la Bárcena


Amiga mía, a veces si estoy leyendo y llueve

como ahora, tu voz parece oírse cerca,

por entre los grabados del pasillo y la cal

que intenta ser imagen de un callejón de Córdoba.



Brilla en el vaso apenas un copo de jazmines,

el fugitivo olor que tu mano ordenaba

sobre el mantel listado, con el pan y el cubierto

de la ternura abierta en la frugal vianda.



¿Te olvidamos un poco? Tú cruzas silenciosa.

Nuestros días se han hecho sordos y no esperamos,

con la vejez terrible, unas lágrimas frescas.

El llanto es privilegio de los amores jóvenes.



Mas tu perfil en sepia de la fotografía

me lleva hasta los libres, primeros años 30:

las trenzas -Lily Cépannek- en diadema de mieses,

la angostura del cóctel, la rosa de un abdullah.



Aquel túnel de sangre del verano... Chirriando

se detuvo el expreso en andenes hostiles

y atrás quedó el bagaje y el inútil retorno

talló de sales duras la mirada al pasado.



Luego, ya tejedora de bufandas de hastío,

vas y vienes, levantas el estor, la sonrisa,

y en el alféizar húmedo desmenuzas las migas

doradas para el ave mortal de la tristeza.



Oscurece tan pronto. Obediente a los signos

caminas al encuentro en el atrio sombrío.

Fulge a la luna el miedo cipresal de la noche

y está el naipe marcado con la indecible cifra.



Enlace a la noticia en diariocordoba.com:







Don Álvaro o la fuerza del sino



Argumento:
En esta obra el Duque de Rivas nos presenta a Don Álvaro, caballero enamorado de Leonor, la hija del Marqués de Calatrava.



Cierta noche, don Álvaro irrumpe en la habitación de Leonor con ánimo de raptarla, pero es sorprendido por el marqués de Calatrava. Accidentalmente, don Álvaro lo mata y emprende la huida. Al cabo de varios años, durante los cuales los jóvenes enamorados han vivido separados, don Álvaro en la guerra, y Leonor, escondida en una ermita, ambos se encuentran, pero el destino les impedirá la realización de su amor.



(Acto I: Don Álvaro y Leonor se encuentran de noche para fugarse y casarse en secreto.)



Dª. LEONOR.

¡Don Álvaro! ¡Don Álvaro!



D. ÁLVARO.

¡Señora!



Dª. LEONOR.

¡Ay! me partís el alma...



D. ÁLVARO.

Destrozado tengo yo el corazón... ¿Dónde está, dónde,

vuestro amor, vuestro firme juramento?

Mal con vuestra palabra corresponde

tanta irresolución en tal momento.

Tan súbita mudanza...

No os conozco, Leonor. ¿Llevóse el viento

de mi delirio toda la esperanza?

Sí, he cegado en el punto

en que alboraba el más risueño día.

Me sacarán difunto

de aquí, cuando inmortal salir creía.

Hechicera engañosa,

¿la perspectiva hermosa que falaz me ofreciste así deshaces?

¡Pérfida! ¿Te complaces

en levantarme al trono del Eterno,

para después hundirme en el infierno?

... ¿Sólo me resta ya?...



Dª. LEONOR.

(Echándose en sus brazos.) No, no, te adoro.

¡Don Álvaro!... ¡Mi bien!... vamos, sí, vamos.



D. ÁLVARO.

¡Oh mi Leonor!



CURRA.

El tiempo no perdamos.



D. ÁLVARO.

¡Mi encanto! ¡Mi tesoro!



(DOÑA LEONOR muy abatida se apoya en el hombro de DON ÁLVARO, con muestras de desmayarse.)



¿Mas qué es esto?... ¡ay de mí!... ¡tu mano yerta

me parece la mano de una muerta...

Frío está tu semblante como la losa de un sepulcro helado...



Dª. LEONOR.

¡Don Álvaro!